Científicos colombianos buscan la manera de evitar que el burro criollo se extinga. El contrabando de la piel de este animal, icónico para los colombianos, ha disminuido su población. La inseminación artificial puede ser la solución para evitar que el Equus asinus desaparezca por completo.

El personaje apareció en 1.959 como una estrategia comercial para representar a los 510.000 productores de café que había en Colombia. Un hombre de bigote abundante, sombrero aguadeño, carriel en la cintura y poncho en el hombro izquierdo. Y a su lado, un burro cargado con dos costales del grano recién procesado y listo para exportación.

Así se hizo famoso en el mundo el burro criollo colombiano, animal que desde la época de la colonia ha sido utilizado como transporte de carga por su capacidad de soportar hasta 80 kilogramos sobre su lomo.

Este animal puede trabajar en cualquier condición climática por lo que es normal verlo en el altiplano, a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, y en las grandes sabanas del norte del país, donde la temperatura, a la sombra, puede alcanzar los 40 grados.

Sumado a eso, el mantenimiento de un burro no es muy costoso y todavía, en algunos lugares que no cuentan con buenas carreteras, es el único medio de transporte para sacar los productos del campesinado, incluso para llevar personas por trochas en las que no caben los caballos.

Así las cosas, el burro criollo representa el transporte de antaño que sigue vigente y, en algunas partes del país, un animal de compañía. Por eso llamó la atención que en los últimos años el número de estos mamíferos empezó a descender de manera gradual. Según biólogos de la Universidad Nacional, Colombia pasó de tener 134.251 burros a 75.072.

Cortesía: Sputnik