Lunes, 13 de enero de 2025
Para algunos, nuestro futuro energético es sencillo. Es un mundo en el
que dominan las energías renovables, o como algunos han hablado de una
«Era de la Electricidad» – una transición de una fuente de energía a otra,
o en términos literales, la sustitución del 80% de la mezcla energética actual
que proviene del petróleo, el gas y el carbón.
Quizá sea fácil dejarse engañar. El término transición energética se ha
convertido en un «cajón de sastre» para una visión intangible, que hace que
un futuro radicalmente diferente parezca normal. Pasamos de A a B, y no
nos preocupemos, el mundo llegará allí, como supuestamente ha hecho en
el pasado. Es una narrativa que algunos creen inamovible y que no debe
cuestionarse.
Esto es erróneo. Tenemos que darnos cuenta de que la transición
energética actual no se basa en la historia real de la energía y no es un futuro
realista para todos los países y pueblos del mundo. Además, podría dar lugar
a grandes retos para la seguridad energética, la disponibilidad de energía y
la reducción de emisiones, y a que no se realicen las inversiones necesarias.
Esto se ha puesto de manifiesto en los últimos años con la adopción
de políticas ambiciosas y poco realistas. Ello ha llevado a las poblaciones
a oponerse a estas propuestas, al comprender las implicaciones que tienen
en su suministro energético y en sus bolsillos.
Gran parte de la narrativa de la transición que escuchamos se basa en
una suposición sobre nuestro pasado energético: que las fuentes de energía
están atrapadas en una competición interminable y se han sustituido
constantemente unas a otras: el carbón sustituyó a la madera, que fue
sustituida por el petróleo, que aparentemente será sustituido por las
energías renovables. Esto también es erróneo. Las fuentes de energía no
han desaparecido, de hecho, siguen complementándose e incluso
dependiendo unas de otras. Nuestro pasado energético no ha sido una
serie de acontecimientos de sustitución, y tampoco lo será nuestro futuro
energético.
A lo largo de los siglos, a medida que las economías crecían, las
poblaciones se expandían y la demanda de energía aumentaba, se ha
tratado de adiciones de energía. La enorme expansión del consumo de
carbón a partir de 1850, aproximadamente, hizo que la demanda de otros
materiales también se multiplicara exponencialmente. El carbón impulsó la
revolución industrial, y la madera, concretamente la leña, fue esencial para
construir multitud de edificios y productos. La madera también fue crucial
para la infraestructura de torres de perforación, tanques y barriles de la
primitiva industria petrolera. La realidad actual es que el consumo mundial
de madera sigue aumentando año tras año.
La creciente importancia del petróleo a partir de finales de los años 50
también provocó un aumento de la demanda de carbón, vital para la
producción de acero. El acero es un material clave para la prospección,
producción y transporte de petróleo. El mundo consume más del triple de
carbón que en 1960. De hecho, hoy en día, el consumo mundial de carbón
sigue aumentando año tras año.
¿Y las energías renovables? Es importante subrayar que la OPEP
considera que las energías renovables son un componente esencial de
nuestro futuro energético, y los Países Miembros están realizando
importantes inversiones para aumentar su capacidad. Sin embargo,
también reconocemos que las energías renovables son sólo una parte del
futuro rompecabezas energético.
¿Es realista pensar que las energías renovables pueden satisfacer por
sí solas la demanda energética mundial actual y la expansión energética
mundial prevista, sobre todo teniendo en cuenta que la eólica y la solar sólo
suministran actualmente alrededor del 4% de la energía mundial?
Hay que tener en cuenta que el desarrollo de las energías
renovables requiere otras fuentes de energía. Los productos derivados
del petróleo, como la fibra de vidrio, la resina y el plástico, se utilizan en las
turbinas eólicas y el etileno en la producción de paneles solares. El petróleo
es vital para los vehículos mineros necesarios para extraer minerales críticos
de los que depende la producción de renovables. Y en cuanto a los parques
eólicos, no existirían sin el acero, lo que nos devuelve a la importancia del
carbón.
En la actualidad, el consumo mundial de petróleo aumenta año tras
año y los productos derivados del petróleo siguen proporcionando
inmensos beneficios a miles de millones de personas. Sin ellos, los
coches, autobuses, camiones y furgonetas se quedarían tirados, los aviones
no volarían, el sector de la construcción prácticamente se paralizaría, la
producción de alimentos quedaría devastada y sería difícil fabricar productos
sanitarios como jeringuillas médicas, desinfectantes de manos, válvulas
cardíacas artificiales, mascarillas de reanimación y estetoscopios.
A pesar de los informes sobre el inminente pico de demanda de
petróleo, el mundo sigue consumiendo más petróleo año tras año. Es una
tendencia que hemos visto en las energías en el pasado, y no nos cabe
duda de que esta tendencia continuará en el futuro, dada la expansión
de la población en el mundo en desarrollo, la urbanización y el
crecimiento económico.
Esto significa que necesitamos inversión, inversión y más inversión.
En la OPEP, vemos unas necesidades mundiales de inversión en la
industria petrolera de 17,4 billones de dólares hasta 2050; casi 650.000
millones de dólares al año.
Teniendo en cuenta todo esto, ¿ha llegado quizás el momento de
replantearse el concepto de «transición energética»? El pasado nos ha
demostrado que nuestro futuro nunca ha consistido en sustituir las
fuentes de energía, sino en adoptar otras nuevas y encontrar
continuamente nuevos usos para la energía. Esto ha sido impulsado por
el desarrollo industrial y, quizás lo más importante, tecnológico. Se ha
tratado de añadir nuevas energías y tecnologías, no de quitarlas.
Está claro que necesitamos todas las energías para conseguir la
seguridad energética y la disponibilidad de energía que todos deseamos, y
todas las tecnologías para lograr la reducción de emisiones que todos
necesitamos. Éste parece un enfoque más prudente a la hora de trazar
futuras vías energéticas adecuadas para las naciones y los pueblos de todo
el mundo.